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lunes, 20 de julio de 2020

Empuñar lanzas, de nuevo?

Un humilde homenaje a Santiago Manuin

I
Fines de los años 70. Recuerdo que paseando mi forzoso paro por la vieja Lima siempre terminaba hacía el medio día, cuando acababa la jornada de búsqueda de una chamba, en librerías de viejo por la plaza Francia y alrededores. Me gustaba entretener mi hambre leyendo todo tipo de revistas y libros, aprovechando, como esos jóvenes que recordaba Galeano, que en cada visita pudiera abordar otro capítulo de su ópera prima o simplemente iniciar una nueva lectura. Creo que a fuerza de amor por leer iba cada vez más temprano, total los trabajos siempre escaseaban y los libros no. En una de esas oportunidades me topé con una galería, repleta de libros y anaqueles de fierro. En la última fila, contigua a un zaguán que fácilmente nos comunicaba con otros puestos de venta, encontré un verdadero tesoro. Para lecturas rápidas, cómodas, fácilmente digeribles y básicamente baratas, porque se podían alquilar, estaban las revistas El Tony y D´Artagnan, de las que más recuerdo, y alguna que otra más.


Algunas portadas de verdaderas revistas de historias gráficas
II
Títulos como Pehuén Curá, El capitán Camacho, El Chumbiao, Santos Vega, Martín Toro o Cabo Savino, que venían por episodios que podían o no ser contiguos en el tiempo, casi como las historias de Rayuela, y cuyos héroes se desenvolvían como soldados o baqueanos del ejército argentino, casi siempre del lado oficial, internándose en las pampas o en el desierto y siempre en expediciones punitivas respondiendo casi con similar reciprocidad los malones organizados desde los tolderíos de unos pueblos extraños, que entonces me parecían casi ficticios, con nombres medios raros, mala apariencia, rostros filosos, ojos brujos y siempre con un facón al cinto, o aguardando muy pacientemente la acción sorbiendo un mate.


Gilgamesh y Nippur, mis héroes juveniles

III
Otras ilustraciones, y otros textos, no me revelaban sino mucha imaginación y futurismo, acercarme a Gilgamesh, el Noé sumerio que era inmortal y viv en todas las épocas, peleando en muchos ejércitos, casi siempre del lado equivocado, creo; y, también Nippur, personaje de la Edad del Hierro, líder de alguna de las ciudades Estado de la magnífica Sumeria, cuna de todas las civilizaciones, que hoy ha sido convertida en un rosario de pueblos hambrientos y miserables y basurero de proyectiles de uranio empobrecido. Y pensar que decían, al igual que para la Libia bombardeada por la Otan, que era un país que había alcanzado un notable desarrollo y ambas despuntaban en el Medio Oriente. ¿Será que los judíos sionistas prefieren un mosaico de estados fallidos conviviendo con huestes del integrismo islámico financiadas por los saudíes que los quieren hacer más pobres con sus guerras santas?




IV
Pero, amagando la historia y volviendo a las lecturas juveniles, debo reconocer que fueron los primeros personajes de esas inolvidables historias, esos que se enfrentaban a los indios malos de la pampa, emergidos de tolderíos miserables y montados siempre en magníficos corceles, alguna vez envidiados por sus perseguidores, como en aquel western-ficción “Yo, gran cazador”, hermosa metáfora del conflicto entre indios y blancos, en el que un joven cazador, encarnado por Martin Sheen, se enfrentaba a un indio por la posesión de un hermoso caballo blanco, que era propiedad del indio como las tierras de las que los expulsaron. Esos personajes eran los que me atraían un poco más. La mayoría de los huincos que pertenecían al ejército argentino tenían las características del gaucho empobrecido y, gracias a excelentes guionistas gauchos, hasta la manera de expresarse del gaucho que empobrecido se alistaba en la milicia para que, en la noble “misión civilizadora” de Rosas o de Urquiza o de Sarmiento despoblaran la pampa y el desierto de “indios malvados”. Por eso se pintaba a los ranqueles o a los tehuelches que no aceptaron el providencialismo de esos “visionarios” dirigentes políticos, casi siempre espoleados y financiados por los grandes ganaderos y los latifundistas, como indios insensibles, malos, cuyos cráneos fueran tema de estudio para criminólogos como Lombroso y otros, que tenían tanta fama en esos tiempos convulsionados y que aseguraban que esas características, las del indio, también correspondían al del ser degradado genética y físicamente, justificando más el exterminio.


Juan Calfucurá, con uniforme militar

V
Hoy se sabe que no son las características físicas las que determinan la criminalidad de tal o cual sujeto. Al igual que tener piel blanca no mejora tus intenciones y tus cualidades. Los americanos que les quitaron sus tierras a los comanches, navajos, etc. son tan blancos como aquellos argentinos que expoliaron y también casi exterminan a los tehuelches, ranqueles, mapuches, etc. Por eso es que algunas asociaciones de derechos que tal vez no consigan que les devuelvan sus tierras ni el estado ni la transnacional Benetton, están luchando por su honor y dignidad, pues quieren que se devuelvan los huesos y cráneos de los tokis y lonkos que están arrumados como piezas en museos antropológicos, como el que fundó Perito Moreno, porque órdenes administrativas y militares empoderaron a pretendidos justicieros de esa oficialidad huinca para exhumar irrespetuosamente los restos, por ejemplo, del gran cacique Juan Cafulcurá, mal llamado el Atila de las pampas. Que, algunos jefes como Cipriano Catriel sirvieran para las armas argentinas no mengua la grandes virtudes de aquella raza que se opuso a los designios de los que querían apropiarse de las tierras y del Estado genocida que los apoyaba en su latrocino.


Episodios de la matanza de Cholula. Por Félix Parra.
VI
Los pueblos originarios vuelven a sufrir parecidas calamidades a las que sufrieron cuando los españoles invadieron estos feraces territorios. Mal equipados para resistir enfermedades occidentales, porque no las conocían, nuestros ancestros indígenas no pusieron soportar ni la viruela ni el sarampión ni la sífilis que traían las huestes de Pizarro o las de Cortez. El número de víctimas de las matanzas de Cajamarca o de Cholula, empequeñece con las nada comparables cifras de asesinados que murieron por estragos epidemiológicos o a aquellas que murieron por esa otra fiebre de riquezas que ya traían los occidentales y cristianos y que trastocando el sistema de la mita indígena convirtieron éste sistema de trabajo ritual en un sistema de trabajo esclavo, que impusieron y que entre ambas causas, la mita y las enfermedades, se convirtieron en la principal razón de la implosión demográfica ocurrida en el Tahuantinsuyo.


Compatriotas no contactados en la frontera con Brasil

VII
Hace muy poco murió Santiago Manuin con afecciones que el Covid-19 de por sí letal había potenciado y que devastaron su organismo ya debilitado por la diabetes y los 8 balazos que le encajó con furia asesina la policía a órdenes del presidente suicida. También José Tijé Huaracho, uno de los más reconocidos líderes de Madre de Dios, acaba de fallecer por efectos de la indetenible pandemia. En este caso no solamente fueron sus debilitados organismos los que no pudieron resistir. También se sumó un sistema sanitario destrozado y mal equipado por las políticas de ajuste permanente de los últimos gobiernos en los últimos 30 años. Y no solo en el Perú el covid-19 se está ensañando con nuestros pueblos originarios, y hasta en aquellos que estableciéndose en las reservas indígenas tratan de aislarse para escapar de la muerte, es decir, ni el aislamiento puede evitar el contagio, nada les salva del destino cruel. Recientes informes nos indican que pueblos originarios del sur de nuestra América, de Chile y de Argentina como los Qom, Mbya, Moqoit, Mapuche, Guaraní, Tupí Guaraní, Avá Guaraní, Kolla, Diaguita, Wichí, Huarpe, Chorote, Chulupi, Sanavirón, Ranquel, Wehnayek, Atacama, Lule, Quilmes, Mapuche-Pehuenches, Tehuelches, Mapuche-Tehuelches, Selk‘nam, Haush y Selk‘nam-Haush, también están sufriendo el ataque de la pandemia con resultados que nos sugerirían genocidio planificado o dirigido.


Edwin Chota, líder asesinado por madereros ilegales

VIII
Será posible que podamos aceptar como normal que hay un serio y criminal intento en despoblar el campo, tal como antaño lo intentaron con políticas centralistas, con industrializaciones dirigidas a las urbes, con guerras sucias y esterilizaciones forzadas, amén de endilgarles una pobreza estructural para eliminarlos y forzar, como quiso hacer el presidente suicida, y que por suicida no deja de ser asesino y ladrón, despoblar la selva de los famosos “perros del hortelano” para venderla literalmente a precio de ganga a los intereses extranjeros, porque los nacionales siempre son los cobardes segundones que nunca arriesgaron nada, ni las coimas a ofrecer como lo demuestra el escándalo de las constructoras en el penoso caso Lava jato.
La gran pregunta es ¿quieren volver a verlos dignos y orgullosos portando sus lanzas y pintados para la guerra?¿Encabezados por Edwin Chota y los tres dirigentes ashaninkas que fueron asesinados por madereros ilegales?¿Para no solamente recuperar sus tierras sino también para volver a ser libres, respetados, con iguales derechos que los demás, los quieren volver a empujar a la violencia?
Es que hay gente que nunca aprende.
Asesinados por madereros ilegales



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